Creencia enraigada
Cuando estabas en los primeros años de colegio y todavía tenías dientes de leche (los no definitivos) y estaba apunto de caerse uno, ¿te decían tus padres que cuando se te cayese, si lo ponías debajo de la almohada esa noche el Ratoncito Pérez vendría cuando estuvieses dormido y te dejaría unas monedas (algo simbólico) a cambio del diente de leche?, ¿lo creías? Yo sí, estaba convencido de que ocurría así.
Luego, oí a uno de mis amiguitos del colegio que eso no era verdad y que en realidad ¡eran los padres! ¡Imposible! Pero qué mentira más grande. Yo no me lo creía.
Hasta ahí todo bien, seguía creyendo que quien se llevaba el diente era el Ratoncito Pérez y que él mismo me dejaba las monedas. Mi creencia era inamovible. Me lo habían dicho mis padres.
Duda
Pero más tarde, cuando escuchaba a otro amiguito decirme que el Ratoncito Pérez no existía y que eran los padres los que dejaban las monedas y se llevaban el diente y encima lo tiraban a la basura, me dije: «Qué raro, Pablito me acaba de decir lo mismo que Jorgito. Mmh… Pero no, no puede ser cierto. Aunque, ¿y si lo fuese?
Es decir, que la semilla de la duda ya ha sido sembrada aunque simplemente se la ha dejado caer sobre mí, por primera vez.
Algo que es para mí una verdad absoluta, comienza muy lentamente, pero comienza a ponerse en duda.
Cambio
Ahora llega el momento del recreo y ya no sólo son Pablito y Jorgito sino que Óscar, Rubén y Manolito (todo niños, lo sé, en el cole éramos sólo chicos) hablan del tema en cuestión en los mismos términos. Ya no me aguanto, me voy a mis padres y les pregunto: «¿A que no existe el Ratoncito Pérez?, ¿a que sois vosotros quienes cogéis el diente de leche que dejo yo debajo de la almohada y me dejáis unas monedas a cambio?» A todo esto yo simplemente les estoy echando un órdago porque en realidad todavía sigo pensando que no son ellos. Pero… pero ellos admiten que así es. Que lo que yo pensaba hasta ahora no era cierto y que en realidad eran ellos quienes hacían todo.
Ahora sí, ahora ya no creía que el Ratoncito Pérez existiese ni que él mismo me dejase las monedas. Mi creencia, que al principio era algo inamovible que mis propios padres me habían dicho, había dejado de ser cierta para mí. En definitiva, mi creencia había cambiado por otra.
Tu turno
Si crees que no puedes aprobar por la razón que sea (hay demasiada competencia, el examen es muy difícil, tienes poco tiempo para estudiar, te faltan recursos, …), siembra la semilla de la duda. Ábrete a la posibilidad de que la creencia de no poder aprobar no sea del todo cierta. Esto es fácil, ¿verdad? No hace falta que ningún amiguito del colegio te diga que eso es mentira. Simplemente dítelo tú mism@: «Y… ¿si resulta que puedo aprobar?
Foto: Wikipedia
Luis García Carrasco dice
Si crees que no puedes aprobar, lee esto: Creencia enraigada
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